Parece que Netflix y las demás plataformas online han llegado para quedarse, expandirse y copar todo el mercado audiovisual, cueste lo que cueste, llevando a cabo para ello una competencia brutal. Pero el peor problema a veces puede estar en casa: la sobresaturación de films de dudosa calidad y producción de la productora de Stranger Things es abismal. Además, muchas de ellas no cuentan con un doblaje en castellano, algo que no le importa a los más aventajados con el inglés o a los más metidos en el cine, pero que deja muy desencantados con la experiencia a muchos españoles que no tienen la suerte o el tiempo de pilotar un poco el inglés, o simplemente no les apetece.
Pues bien, en el caso que nos ocupa, ni siquiera el verla en VOSE es una excusa para pasar de ella. "Good Time" está rodada por Ben y Joshua Safdie, conocidos anteriormente por su trabajo en "Heaven Knows What", que podría describirse como una oda platónica a una pareja de yonkis de Nueva York. Su manera de rodar está tan centrada en el núcleo de la historia que, llegado el momento, no sabemos si los que ríen, lloran o se colocan somos nosotros o los personajes. Esta táctica recuerda mucho a directores como Gaspar Noé, experto en captar las emociones a flor de piel de personajes muy viscerales y de carácter, digamos, volátil.
La película comienza con Nicky (interpretado por el mismo director Ben Safdie), un hombre con ciertos problemas mentales, siendo atendido en una consulta psiquiátrica. Ahí es cuando llega su hermano Connie (Robert Pattinson), que se lo lleva porque, según él, ese no es su sitio. Después se disfrazan para cometer un atraco y reventar del todo la película, que pasa a ser un torbellino de acción, tensión y suspense que no te deja en paz hasta que no se acaba.
Uno de los grandes atractivos de esta película es su ambientación, tanto en su iluminación como en la música. Mientras los colores nos llenan la cabeza de sugestión y, al mismo tiempo, de advertencias (algo así como un centro comercial diciéndote que compres y que robes a la vez), la música nos mantiene con el culo apretado durante la hora y cuarenta minutos de duración. El término "acción" se destapa así con toda su intención: nos sentimos manejados y sumergidos en el nervio y la poca templanza con la que estos dos hermanos tratan de solucionar sus problemas, y cómo se enfangan más y más a cada intento, como si de una bola de mierda gigante estuviera a punto de tragárselos una y otra vez.
La culpa de crear tal tensión con solo unos cuantos sintetizadores la tiene Daniel Lopatin, a.k.a. Oneohtrix Point Never, un artesano de la música electrónica que recuerda más a Giorgio Moroder o John Carpenter que a cualquier músico contemporáneo. Aparte de su extensísima discografía con ese alias y de haber puesto banda sonora a dos películas más ("The Bling Ring" y "Partisan"), tiene también en su honroso palmarés el haber sido, con su alias Chuck Pearson, uno de los impulsores del vaporwave, estilo musical underground de culto surgido en plena era de internet.
La banda sonora de "Good Time" es tan sumamente importante dentro de la película que con ella viran las diferentes situaciones de la historia. Daniel Lopatin modifica la intensidad de sus sintetizadores al mismo ritmo que lo hace el film, volviendo a ponernos en marcha cuando la situación lo requiere, casi sin darnos cuenta. Mientras los directores nos envían directos a las epidermis de sus protagonistas, la banda sonora nos sumerge en sus tímpanos, escuchando sus emociones y estrés desde esas constantes vitales transformadas en melodías agridulces sonando a medida que los conflictos se retuercen. Solo la melancólica "The Pure And The Damned", a la cual Iggy Pop da voz, parece alejarse de ese patrón.
Por si esto fuera poco, la psicodelia reinante en sonidos tan futurísticamente ochenteros (imposible no acordarse de Vangelis en "Blade Runner" o de Cliff Martínez en "Drive") y su iluminación fluorescente de neón confluyen para tenernos pasmados delante de la pantalla, preocupándonos de lo que ocurrirá al más corto plazo. El film construye así un suspense que pasa de la calma tensa al fast-forward, y que en ningún momento corta una tensión de la que saltan chispas en todo momento.
Como es lógico, la banda sonora ha sido también editada en paralelo a la película, aunque en este caso la música queda bastante huérfana sin la tensión y las luces. Es más recomendable verlo todo en su conjunto, aunque para ello sea necesario buscarla en Netflix como quien busca una aguja en un pajar. Merece la pena.