Desde hace unos años, las esperanzas del metal extremo por dar con una novedad decente están depositadas en grupos como Harakiri For The Sky. Siguiendo esa senda iniciada por Ulver o Summoning, y más tarde pulida por Alcest o Deafheaven (cada uno a su manera), la unión de corrosividad y apertura de miras del black metal, junto con la belleza melódica y el muro de sonido del shoegaze, conforman un sonido que, años más tarde de su despegue, parece seguir en plena forma.
Este dúo procedente de la ciudad de Viena (Austria) publica ahora el que es ya su quinto álbum. Su discografía, siendo más bien continuista dentro de una mezcla de estilos con poco margen de maniobra, nunca acaba de caer en lo lineal. Esta es una conclusión a la que también llegamos después de unas escuchas a este nuevo "Maere".
Pero mejor comencemos por el principio. Este trabajo, editado por AOP Records, viene presentado en un doble CD, lo cual facilita la escucha en el formato físico, pero tampoco crea un gran problema en el digital. Eso sí, aventurarse con hora y media de post-black-shoegaze está solo reservado a ellos y unos pocos nombres más. En estos tiempos, rentabilizar el tiempo oyendo algo que de verdad merezca la pena es de lo más fundamental.
El camino se inicia en "I, Pallbearer", con una gran cantidad de doble bombo y de melodía, señas de identidad inequívocas. Mención especial merece Kerim "Krimh" Lechner, actual batería de Septicflesh, y que también ejerce aquí con las baquetas en la totalidad de los temas. "Sing for the Damage We've Done" encierra uno de los puntos álgidos del disco: la colaboración vocal de Neige (Alcest, Amesoeurs) de un tema que arranca sumido en la belleza sencilla del death melódico primigenio, y que va acelerando en espiral conforme pasan sus ocho minutos de duración.
De la misma manera en que sería imposible describir cada canción de este disco por necesitar horas de lectura, en todas y cada una de ellas hay un componente que se repite no solo aquí, sino desde su primera composición hace ya diez años: la belleza. El punto que enlaza no solo esos dos primeros cortes, sino también el resto que les siguen, es siempre un acorde o algún inspirado riff al que le sigue una batería impecable y las inconfundibles voces rasgadas de J.J.. Entre dichos momentos, además, siempre tenemos una guinda añadida, como en el epico final de "I'm All About the Dusk" o la ambientación y cambios rítmicos de "Three Empty Words", una de mis favoritas.
El segundo disco, si tomamos como base el concepto de dos partes separadas, nos hace iniciar de nuevo un viaje, de vuelta a una nueva orilla, lo cual no quiere decir que hayamos dejado de pisar el mismo terreno que antes. Los sencillos pero efectivos acordes de "Once Upon A Winter" convierten el trayecto de un tema largo en una gozada que se pasa en un abrir y cerrar de ojos. La nostalgia y el desamor se vuelven dramáticos gracias a la emotividad y los riffs desoladores de "And Oceans Between Us". Además de ellos, también destaca "Time Is A Ghost", con una intro preciosa y unas melodías desgarradoras para completar este segundo recorrido con el corazón en un puño.
Ya para acabar, es inmejorable el detalle final del disco, con una versión muy propia de "Song To Say Goodbye" (Placebo) que quita el sentido y que hace finalizar la escucha de "Maere" por todo lo alto.
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